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El gran historiador Eric Hobsbawm nos ofrece aquí una provocativa interpretación de las fortunas del arte de vanguardia en el siglo XX. A diferencia de los escritores y de los compositores, que aceptaron la producción de masas y la tecnología de la repetición infinita, los pintores se aferraron a la obra de arte ""única"", realizada con sus propias manos. Este empecinamiento produjo una sucesión de ""vanguardias"" pictóricas estériles que, en opinión del autor, estaban condenadas de antemano al fracaso